Noel Álvarez*
En el amplio escenario de la experiencia humana, el ego y la humildad se entrelazan en una danza compleja que define nuestras acciones, relaciones y percepciones del mundo. El ego, es esa voz interna que susurra sobre nuestra valía y posición, puede ser tanto nuestro aliado como nuestro enemigo. En el constante equilibrio entre la autoafirmación y la humildad, nos enfrentamos a la necesidad de comprender la delgada línea que separa la confianza legítima de la arrogancia encubierta.
El ego, en su esencia, es la narrativa que desarrollamos sobre nosotros mismos. Aquella que nos impulsa a buscar reconocimiento, a afirmar nuestra identidad y a proteger nuestra autoestima. Sin embargo, cuando esta autoimagen se desboca, puede convertirse en una fuerza destructiva que obstaculiza nuestras relaciones y nos aleja de la realidad. Sigue leyendo