No votaré

Noel Álvarez

En Venezuela y probablemente en Latinoamérica y el mundo, diversas posiciones son asumidas por las personas frente a los actos de votación, especialmente ante comicios regionales y locales, ya que, estos no revisten el mismo atractivo que los nacionales. Algunos analistas señalan que en nuestro país se registra un abstencionismo histórico que ronda el 35%. Sin importar la obligatoriedad del voto, la amenaza de sanciones civiles y penales o la oferta de premios, ese segmento no votará. Un porcentaje similar, prescindiendo de la lluvia, enfermedades, impedimentos físicos o de la advertencia de un fraude montado que conculcará su voluntad, él ira a votar como un acto de fe. El 30% restante concurrirá a votar, dependiendo de los factores y circunstancias concurrentes para el momento del evento.

En nuestro caso, los factores y circunstancias concurrentes podrían ser: el fraude electoral continuado, ejecutado por quienes controlan el poder ejecutivo actualmente; el uso de los recursos públicos en actos de campaña; el control sobre los medios de comunicación, publicidad y propaganda abusiva de los candidatos oficialistas; inauguración de obras públicas durante la campaña electoral; reparto de subsidios, becas, alimentos; presiones laborales y coacción a candidatos opositores. Solo una muestra, ayer 19N, culminado el lapso de campaña, quien comanda el poder ejecutivo estuvo estregando títulos de propiedad de tierras y viviendas, en cadena nacional, mientras llamaba a votar. El mensaje subliminal quedó claro. En un país serio, con observadores internacionales imparciales, esto debería ser objeto de sanción por tratarse de un delito electoral.

A lo señalado anteriormente se podrían agregar otros casos de fraudes electorales directos, entre los mas notorios se encuentran: el conocido en otras latitudes como el pucherazo, mejorado en su versión electrónica, consistente en la inyección o sustracción de votos; el voto de los “Lázaros”, muertos que salen de los cementerios a sufragar; los candidatos “cuneros”, personas asignadas en circunscripciones diferentes a la suya; centros de votación fantasmas, colocados en lugares de imposible acceso, por diferentes razones. Sin olvidar el geryymandering, los puntos rojos, ni el método carrusel, triquiñuelas electorales que viene aplicando el chavismo desde hace tiempo.

Por otra parte, los candidatos opositores que, para mí, todos son rehenes del régimen, incurren en varios errores, los cuales, creo que a la postre se revertirán en su contra. Guardan silencio ante el cúmulo de abusos practicados por el régimen, lo cual los convierte en cómplices de delitos electorales, si no por acción, por lo menos por omisión.  Obvian el hecho de que el entubamiento de las boletas electorales conduce a una aplastante derrota de quienes no figuran en las tarjetas oficialistas. Le mienten a la población cuando aseguran que, si la votación es masiva, sus problemas serán resueltos en forma cuasi automática y que la desocupación de Miraflores se vislumbra muy cercana.

Para mi pesar y creo que, también para la inmensa mayoría de los venezolanos, en los días subsiguientes al 21N, la población venezolana entrará nuevamente en un proceso depresivo, al percatarse de que en Miraflores todo sigue igual y que sus problemas, lejos de disminuir, se incrementaron. Desde mi punto de vista, esto responde a una lógica repetida muchas veces: los dirigentes opositores ocultan el hecho de que, los tiempos políticos nunca estarán sincronizados con los de la gente, es decir, para los políticos lo importante es ser efectivos en una tarea, sin importar el tiempo que les tome lograrla. En cambio, el ciudadano quiere eficiencia, eso implica una tarea bien hecha, en el menor tiempo posible. En la práctica, mientras que, para los dirigentes, resolver exitosamente el problema político de Venezuela, puede ser en el 2022, 2024 o 2050, el ciudadano común ansía que esto ocurra en el corto plazo para recuperar la normalidad de su existencia.

Mi opinión es que, el voto es un elemento que funciona relativamente bien en democracia, pero que ha demostrado ser de una inutilidad pasmosa ante regímenes que están un paso más adelante de las dictaduras hasta ahora conocidas. No solo eso, sino que en circunstancias tan particulares como las que vive nuestro país, la participación de políticos y electores, no solo no logrará desalojar al régimen, sino que contribuirá a revestirlo con un barniz de legitimidad, condición de la que carece actualmente.

En fin, después de todas estas consideraciones, quiero expresar mi profundo rechazo por el proceso cosificado que ha montado el chavismo en connivencia con el Alto Representante de la Unión Europea, con el Centro Carter y con algunos enviados de la ONU, todos afines ideológicamente al régimen chavista, y de no muy grata recordación, algunos de ellos, para los venezolanos. Con este escrito no pretendo influir en nadie, convencido como estoy de que, quien piense ir a votar, encontrará cientos de razones que soporten su decisión.

Para no asistir a un proceso en el que no creo, me afinco en la premisa de que son mayores los incentivos para no concurrir que para hacerlo. Diferente actitud asumiría si nuestro sistema electoral permitiera el voto en blanco o el sustractivo, pero ante esta carencia, mi mejor forma de protesta contra todos los actores del circo electoral, es manifestarme a través de la abstención. Solo espero que mis amigos, a quienes les he escuchado pacientemente sus argumentos sobre el porqué ir a votar, sean tan respetuosos con mi posición, como yo he sido con la de ellos.

6 comentarios en “No votaré

  1. 100% de acuerdo con tu opinión Noel. Yo agregaría que votar bajo estás circunstancias es oxigenar al régimen y permitir que un zángano disfrazado de oposición le pegue el pecho a la taquilla y cobre por mandato nuestro.

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  2. Comparto tu opinión amigo Noel, la verdad este artículo me genera mas argumentos para no participar en este circo, lejos de ser la panacea que solucione la gran corrupción de los poderes que gobiernan, saludos hermano..

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