La isla de los pingüinos

Noel Álvarez*

En mi época universitaria leí un libro que aun hoy permanece vigente. Con el se puede reír o permanecer serio, ya que puede resultar divertido pero a la vez se ocupa de desenmascarar los intersticios de las sociedades. Por aquellos tiempos era de manejo común porque estaban de moda los pingüinos de las Malvinas. Islas estas por las que Argentina e Inglaterra mantienen un histórico diferendo, al cual, el escritor Jorge Luis Borges definió magistralmente como: “son dos hombres calvos peleando por un peine”. 

 El libro tiene por título: La isla de los pingüinos. Es una sátira escrita por el francés, Anatole France, en 1908. En esta parodia el escritor galo ha elegido como protagonista a un animal que caricaturiza a los burgueses de finales del XIX: un pingüino. Es una crítica hacia la naturaleza humana en la que se satiriza la moral, las costumbres y las leyes que los miembros de la sociedad pingüina dicen acatar y defender, mezcladas todas con ideales de revolución, religión, codicia y la especulación financiera. Se llega, incluso, a denunciar los rasgos más características del proceso de globalización.

La novela comienza cuando el santo Mael, impulsado por un deseo de evangelizar a regiones ignotas de la tierra, se hace a la mar usando una piedra como embarcación.  Luego de recorrer varios años  llega a una isla y creyendo ver en los pingüinos a seres humanos los bautiza. Eso provoca un caos religioso que termina por convertirlos en humanos. Al contar la historia de este pueblo, France  demuestra algo que nuestros políticos y eternos candidatos deberían internalizar “el individuo que busca poder no es tan importante. Lo que importa verdaderamente es el país.

El escritor señala. “El tiempo de las civilizaciones pasa y cada vez el discurso es más bonito, pero también dice menos y no contribuye a resolver los problemas de la comunidad”. Continúa diciendo: “Al hombre le gusta construir estructuras de poder y escalar la pirámide más rápido, que practicar el método de ir juntos, solemos tirar al de enfrente por las escaleras solo porque no nos gusta su ropa, su nariz o su manera de pensar”.

El libro relata que  después de una sucesión de vicisitudes, los pingüinos acordaron gobernarse por sí mismos. Eligieron una Asamblea Constituyente y la invistieron con el poder de nombrar al jefe del Estado. Este líder, escogido entre los vulgares, no ejercía sobre el pueblo autoridad absoluta, y se hallaba sometido como todos los ciudadanos, a las leyes de la nación. Se llamaba Paturlo o Janvión. Otros lo identificaban como Trufaldín, Conquenpot o Farfullero a secas. El nuevo Estado recibió el nombre de Cosa Pública o República. Sus adeptos eran llamados republicanos.

Sin embargo, la democracia pingüina no gobernaba por sí sola: “obedecía a una oligarquía bancaria que imponía la opinión a los periódicos, manejaba a  los diputados, a los ministros y al presidente. Disponía totalmente del tesoro de la República y guiaba la política exterior del país”.

La mayoría de los ciudadanos se oponía al funcionamiento de la constituyente. Unos se resignaban con disgusto porque la consideraban inevitable y otros aguardaban impacientes buscando la mejor forma de contribuir al fracaso de ese proyecto. Entre este último grupo se encontraba el profesor Obnubile, un sabio pingüino, quien encerrado en un laboratorio estudiaba la vida de los pueblos y decía: “La guerra es un signo de barbarie que el progreso de la civilización hará desaparecer. Este es un pueblo entregado a la industria y al negocio, por lo cual no se preocupa de la guerra. Estoy seguro de que rige a los nuevos atlantes una política de paz, pues todos los economistas admiten ya como un axioma que la paz, interior y exterior, son indispensables para el progreso del comercio y de la industria”.

Anatole France imagina La Pingüinia futura, donde la endogamia envilece a las clases sociales, sin que los obreros corran mejor suerte a causa del  agotamiento y la mala alimentación con un ambiente  cargado de altos edificios, contaminación, gente alienada, donde nada parece evitar la creciente degeneración, pero una luz surge en forma de utopía anarquista con bombas, tanques y arsenal nuclear y todo colapsa.

*Coordinador Nacional IPP-GENTE

@alvareznv

 

Deja un comentario