Tiranos prisioneros

Noel Álvarez*

“Rico como Creso” es un dicho que todavía hoy se usa en inglés, en referencia a la proverbial riqueza de quien fue el último rey de Lidia, unos 600 años antes de Cristo. “Su leyenda, de origen griego, es semejante a la que circulaba en torno al rey frigio Midas, quien había convertido el Pactolo, que pasaba por Sardes, en un río de oro al tocar sus aguas”, dice una nota de la revista National Geographic. El rey Creso poseía todo lo necesario para ser feliz: tierras, casas, esclavos, finas prendas y objetos bellos. No podía pensar en nada que pudiera darle más comodidad ni satisfacción, y se decía: “Soy el hombre más feliz del mundo”.

Solón había oído hablar de Creso, así que un día visitó su hermoso palacio. Creso estaba ahora más feliz y orgulloso que nunca, pues el hombre más sabio del mundo era su huésped. Creso le pregunta, oh Solón, ¿quién crees que es el más feliz de los hombres? Solón le responde que a su juicio era Telo, un hombre honesto que trabajó con ahínco durante muchos años para criar a sus hijos y brindarles una buena educación. Y cuando ellos crecieron y pudieron apañárselas por su cuenta, él se alistó en el ejército ateniense y dio su vida con valentía en defensa de su patria. ¿Puedes pensar en alguien que sea más merecedor de la felicidad?.

¿Pero a quién consideras más cerca de Telo en la felicidad? Preguntó Creso. Tengo en mente, dijo Solón, “a dos jóvenes a quienes conocí en Grecia. Su padre murió cuando ambos eran niños, y muy pobres. Pero trabajaron virilmente para mantener su casa y a su madre, quien sufría de mala salud. Año tras año trajinaron, sin pensar en nada salvo el bienestar de la madre. Cuando al fin ella murió, consagraron todo su amor a Atenas, su ciudad natal, y la sirvieron noblemente mientras vivieron”. Creso se enfureció. ¿Por qué no me tienes en cuenta, preguntó, y restas importancia a mi riqueza y mi poder? ¿Por qué pones a esos pobres trabajadores por encima del rey más rico del mundo? Oh rey, dijo Solón, “nadie puede decir si eres feliz o no hasta que mueras. Pues nadie sabe qué infortunios pueden sorprenderte, ni qué desdicha puede despojarte de todo este esplendor”.

Cuando Creso fue tomado preso por las tropas de Ciro, los soldados decían: “Tendremos una alegre fogata”. ¿De qué le sirve ahora toda su fortuna?, comentaban entre ellos.  Mientras el pobre Creso, magullado y sangrante, yacía en la pira sin un amigo que aliviara su desdicha, pensó en las palabras que Solón le había dicho años antes: “Nadie  puede decir si eres feliz o no hasta que te mueras”.  La historia afectó profundamente a Ciro quien reflexionó sobre las palabras: “Nadie sabe qué infortunios pueden sorprenderte, ni qué desdicha puede despojarte de todo este esplendor”, y se preguntó si alguna vez, sin tener su código QR para ubicar a su alto mando militar, también él perdería su poder y estaría inerme en manos de sus enemigos.

El tirano Creso está representado hoy por cada uno de los boliburgueses que hacen vida en el gobierno revolucionario cuyos nombres aparecen reflejados en la revista Forbes del 2017 y que se sienten felices con dineros de la nación. En la lista aparece una joven dama que posee cuentas en Andorra y Estados Unidos producto de su trabajo vendiendo productos de belleza por catálogo y, según Forbes, supera la fortuna de Cisneros y Mendoza.

“Nombres que tienen en común muchas cosas: irrespeto a la libertad de expresión, politización de la justicia, criminalización del ejercicio periodístico, autoritarismo, populismo a ultranza, soberbia incontrolada, despilfarro de las recursos públicos en beneficio propio y de sus allegados, pero sobre todo, corrupción cómo amalgama de los sistemas de gobierno en los que se quieren perpetuar”, sostiene Guillermo Cochez en artículo publicado en 2013.

El embajador panameño también destaca en sus trabajos el terrible final de muchos dictadores, quienes  se sentían felices en sus palacios y cuando les llegó la hora de morir no conseguían quien les acompañara para ir al baño. “Franco agonizaba vomitando sangre en su mansión de El Pardo, en Madrid, y no permitía que lo llevaran a un hospital fuera de su palacio”. El tirano español creía que lo asesinarían y una vez en el hospital, se le complicó la enfermedad. Operaciones y transfusiones le fueron practicadas y su agonía parecía no terminar nunca. En esos días pagó todos los crímenes cometidos.

Stalin vivía en un terror permanente de ser asesinado, y desconfiaba hasta de su hija; fueron días y noches tenebrosas en su cerebro. En Venezuela, los últimos días del dictador Juan Vicente Gómez, fueron igualmente desgraciados, murió solo, y fue encontrado podrido en la habitación de su palacio. Qué triste final para quienes en vida lo tuvieron todo y por tal motivo, pensaron que la mano justiciera del creador no los alcanzaría nunca ¡Qué ilusos!.

*Coordinador Nacional de IPP-Gente 

@alvareznv

Este artículo está siendo publicado por sesenta y siete (67) medios de comunicación en Venezuela y uno (01) en los Estados Unidos de Norteamérica.

 

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